La lógica como ética del cuidado
- Laura Espinal
- 1 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Ensayo basado en Introducción a la lógica formal de Alfredo Deaño

El lenguaje humano puede entenderse como la causa o el resultado del relacionamiento del hombre con la realidad. La naturaleza de esta relación nos ha llevado a construir múltiples paradigmas que intentan dar una explicación plausible a dicho vínculo. Conocemos la realidad y la significamos con palabras ya que éstas se comportan como los signos con los que podemos aproximarnos e incluso crear la realidad que habitamos. Así pues, el lenguaje humano posee múltiples atributos significativos cuyas posibilidades de combinación son, además, ilimitadas. Reconocemos con lo anterior que, tanto los lenguajes naturales como los artificiales son creados. Alfredo Deaño, en su texto Introducción a la lógica formal, logra aclararnos la importancia del lenguaje para ubicarnos en su materia particular: la lógica. Este saber formalizado acerca de los principios formales del razonamiento se hace necesario en cuanto reconocemos la pertinencia del lenguaje con sus usos, ya que el objeto de la lógica es, naturalmente, el lenguaje. Del mismo modo, el autor nos aclara las razones por las cuales es necesario introducir esta herramienta de la ciencia, precisando su función instrumental en la reflexión filosófica y poniéndola en contacto con el estudio de nuestros procesos intelectuales concretos.
Deaño señala la existencia de dos corrientes discursivas que afectan la ciencia formal de la lógica. El primero, nombrado como “dialéctico” juzga de artificiosa e innecesaria la categorización de los principios del razonamiento humano, ya que alegan que estos operan en el hombre de forma natural. Por otro lado, los calificados por el autor como “medievales” se sumergen tanto en el contenido axiomático de esta ciencia que, naturalmente, descontextualizan su práctica y la hacen oscura frente a la urgencia del mundo real. Ante estas posturas será expuesta con claridad la importancia de traer la lógica a la cotidianidad de los problemas, reconociendo con ironía que el juicio correcto y la construcción de razonamiento válidos no es suceden siempre de forma espontánea. Bien sabemos que no es confiable apelar siempre a la propia intuición. Podemos observar que tanto el arte como la ciencia han hecho uso de este instrumento inferencial, hallando en él la posibilidad de rectificar el contenido del saber producido. La lógica como instrumento de reflexión acerca de las reglas formales del razonamiento permite filtrar el contenido de nuestros razonamientos develando, a través de este cuidado, una ética discursiva. El cuidado puesto en la estructuración de nuestros enunciados (tanto su validez como su veracidad) trae consigo un cuidado por el otro, ya que el encuentro con la otredad no contiene más que palabras en cuanto éstas son los signos de nuestros razonamientos. Sintaxis, semántica y pragmática deben estar al servicio de la estructuración correcta de nuestros pensamientos.
La lógica, en síntesis, vierte en un sistema de principios algunos mecanismos que usamos para razonar, constituyéndose como una organización seminatural de los procedimientos que ocurren en nuestro pensamiento. Se comporta como una herramienta que rectifica el contenido de nuestras reflexiones, porque naturalmente éstas pueden desviarse en su formulación y correcta estructuración — ya sea por una carencia evolutiva o por la necesidad de retornar a un modo de razonamiento más primitivo, como apunta irónicamente el autor—. Por otro lado, debemos señalar que la lógica no es un instrumento que deba ser aplicado a todo producto de nuestro razonamiento, “hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que han sido soñadas en tu filosofía” [1]. Reconocemos, entonces, que la correcta estructuración de los enunciados concierne a una parte del conocimiento humano y, a su vez, en esta búsqueda de coherencia podemos hallar una ética del cuidado. Tanto el discurso político, como el académico y el científico deberían apelar a la rectitud de sus juicios para garantizar una producción de saberes aprehensibles y extensibles a un conjunto amplio de personas.
—Laura Espinal, 2024.
Nota:
[1] Shakespeare, W. (2009). Hamlet. Editorial Salvadoreña Hermanos Unidos.
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